4. II. El mundo espiritual ha existido y subsistido por su Sol, y el mundo natural por el suyo
Que haya un Sol del mundo espiritual y un sol del mundo natural se debe a que estos mundos son completamente distintos, y cada mundo toma su origen de su sol, pues el mundo en el que todas las cosas son espirituales no podría originarse del sol del que todas las cosas que proceden son naturales, porque entonces habría un influjo físico que, sin embargo, es contrario al orden. Que el mundo existe a través del sol y no a la inversa se ve desde el efecto de la causa, es decir, que el mundo en todas y cada una de sus cosas subsiste a través del sol, y la subsistencia demuestra la existencia, por lo que se dice que la subsistencia es la existencia perpetua. Con esto es evidente que si se eliminara el sol, el mundo caería en el caos y éste en la nada.
[2] Que hay otro sol en el mundo espiritual, diferente al del mundo natural, es lo que puedo atestiguar, porque lo he visto. Parece ígneo como nuestro sol, de casi la misma magnitud, distante de los ángeles como nuestro sol lo está de los hombres. Sin embargo, no se eleva ni se pone, sino que permanece inmóvil a media altura entre el cenit y el horizonte, desde donde hay luz perpetua y primavera perpetua para los ángeles.
[3] Un hombre de razón que no sabe nada sobre el Sol espiritual delira fácilmente en su idea sobre la creación del universo, en la que, cuando la examina profundamente, no percibe otra cosa que la que proviene de la naturaleza; y como el origen de la naturaleza es el sol, la idea que tiene es la del sol como su creador. Además, nadie puede percibir el influjo espiritual si no conoce también su origen, pues todo influjo procede de un sol: el influjo espiritual del suyo y el natural del suyo. La visión interna del hombre, que es la de su mente, recibe el influjo del sol espiritual, mientras que la visión externa, que es la del cuerpo, recibe el influjo del sol natural, y se unen en su funcionamiento, de forma similar a lo que ocurre entre el alma y el cuerpo.
[4] Por esto es evidente en qué ceguera, oscuridad e insensatez pueden caer aquellos que no saben nada sobre el mundo espiritual y su Sol. En la ceguera, porque la mente que sólo depende de la vista del ojo se vuelve, en sus razonamientos, como un murciélago que en la noche vuela de un lado a otro hacia una prenda colgada; en la oscuridad, porque la vista de la mente, cuando la vista del ojo influye en ella desde el interior, se ve privada de toda luz espiritual y se vuelve como la del búho; en la insensatez, porque el hombre, sin embargo, piensa en las cosas espirituales, pero por las naturales, y no al revés, por lo que está loco, es tonto e insensato.