El Cielo y el Infierno #281

Da Emanuel Swedenborg

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281. De la inocencia he hablado mucho con los ángeles y me han informado de que la inocencia es el ser de todo bien y por consiguiente que el bien es bien cuanto hay en él inocencia; en su consecuencia que la sabiduría es sabiduría cuanto hay en ella inocencia; de igual manera el amor, la cariad y la fe; que por eso nadie puede entrar en el cielo sin tener en sí inocencia, y que esto es lo que manifiesta el Señor cuando dice:

Dejad a los niños venir a mí y no les impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos, ... amén, os digo, que el que no recibiere el reino de los cielos como un niño no entrará en él (Mateo 19:14; 18:3; Marcos 10:14-15; Lucas 18:16-17).

Por "niños" aquí y también en otros lugares en el Verbo se entiende inocentes. El estado de inocencia ha explicado también el Señor (Mateo 6:24-25), pero exclusivamente mediante correspondencias; la causa de que el bien es bien tanto como en él hay inocencia es que todo bien es del Señor, e inocencia es querer dejarse conducir por el Señor. Me han informado también de que la verdad no puede ser unida al bien ni el bien a la verdad, sino mediante inocencia; por esto es que un ángel no es ángel del cielo si no hay en él inocencia, porque el cielo no puede estar en ser alguno hasta que en él se halla la verdad unida al bien; por eso la unión de la verdad y el bien se llama un matrimonio celestial, y el matrimonio celestial es el cielo; asimismo se me ha informado que el amor verdaderamente conyugal deriva su existencia de la inocencia, puesto que viene de la unión de la verdad y el bien, en cuya unión se hallan las dos mentes, la del esposo y la de la esposa, y cuya unión, cuando desciende, se presenta bajo la forma de amor conyugal; porque tanto los cónyuges cuanto sus mentes, se aman mutuamente, por eso hay en el amor conyugal una jovialidad como en la infancia y la inocencia.

  
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