Delicias de la Sabiduría sobre el Amor Conyugal # 229

229. XX: Que, para aquellos, quienes tienen el deseo del amor verdaderamente conyugal, el Señor provea similitudes; y que si [aquellas] no son dadas en las tierras, [Él Mismo] provea aquellas en los cielos.

De lo que es la causa, porque todos los casamientos del amor verdaderamente conyugal son provistos por el SEÑOR. Que sean desde Él Mismo, vea arriba (n. 130, 131). Pero de cómo son provistos en los cielos, es lo que he oído describir por los ángeles, así: “Que la Divina Providencia del SEÑOR sea singularísima y universalísima sobre los casamientos y en los casamientos, porque todos los placeres del cielo descorren desde los placeres del amor conyugal, como las aguas dulces desde la vena de una fuente. Y que por ello se provee, que nazcan pares conyugales; y que éstos, bajo el auspicio del SEÑOR, incesantemente sean conducidos hacia su [propio] casamiento, ignorando esto el muchacho y la muchacha; y después del tiempo exigido, aquella (entonces una virgen núbil), y aquél (entonces un joven apto para las nupcias), como por un acaso se encuentran en algún lugar, y se ven mutuamente; y que al instante conozcan entonces como desde cierto instinto, que sean compañeros; y que adentro en sí, como desde cierto dictamen, piensen, el joven, que “ella es mía”, y la virgen, que “él es mío.” Y después de que esto se ha asentado por algún tiempo en las mentes de uno y otro, ellos se hablan con un propósito consentido y se prometen uno al otro. Se dice, “como por un acaso, o como una suerte de instinto”, y “como una suerte de dictamen”, y se entiende “desde la Divina Providencia”, porque cuando ésta se ignora, aparece así; pues el Señor abre las similitudes internas, para que se vean.”