3. (ii.) En tanto alguien no reconoce y no sabe lo que son pecados, no ve otra cosa sino que él está sin pecados.
Es por la Palabra, que alguien sabe que es un pecador y está sumido en los males, de la cabeza a los pies, y sin embargo no lo conoce, porque no ve ningún pecado en él. Por consiguiente, habla y confiesa con una voz que resuena, y sin embargo, íntimamente él cree que no es pecador. Esta creencia se manifiesta en la otra vida; porque entonces dice: “yo soy puro, estoy limpio, soy inocente”; no obstante, cuando es examinado, es impuro, inmundo y putrefacto. Es como si la epidermis que por fuera está limpia y suave, pero las partes internas están enfermas desde el propio corazón; o como un líquido, que en la superficie, es como el agua, pero que su interior se encuentra podrida por el estancamiento.
