El Cielo y el Infierno #399

Nga Emanuel Swedenborg

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399. Cuán grande es el goce del cielo consta por el mero hecho de que cada uno allí tiene su goce por comunicar su goce y su bienaventuranza a otros, y, siendo tales todos en el cielo, es evidente que el goce del cielo es inmenso, considerando lo que antes se ha dicho (n. 268), que en el cielo existe una comunicación mutua de todos a cada uno y de cada uno a todos. Esta comunicación proviene de los dos amores del cielo, los cuales, como se ha dicho, son el amor al Señor y el amor al prójimo. Estos amores son comunicativos de sus goces. Que el amor al Señor es así es porque el amor del Señor es amor de comunicar todo lo suyo a otros, porque quiere la felicidad de todos. Un amor parecido hay en cada uno que ama a Él, puesto que el Señor está en ellos y de allí viene la mutua comunicación de los goces del amor de los ángeles entre ellos. Que igualmente el amor al prójimo es así se verá más adelante. Consta, pues, que estos amores son comunicativos de sus goces: El caso es diferente con el amor a sí mismo y al mundo. El amor a sí mismo desvía y quita de otros todo goce, dirigiéndolo hacia sí mismo porque desea el bien únicamente a sí mismo, y el amor al mundo quiere que sea suyo lo que es del prójimo; estos amores son por consiguiente destructivos con respecto al goce de otros; si son comunicativos es sólo por interés propio y no por el bien de otros, por lo cual, con respecto a otros no son comunicativos sino destructivos, salvo en cuanto los goces de los otros concuerdan con ellos o están en ellos mismos. Que el amor a sí mismo y el amor al mundo son así cuando dominan me ha sido dado percibir a menudo y por viva experiencia. Cada vez que se me han acercado espíritus que mientras vivían como hombres en el mundo se hallaban en aquellos amores, ha cesado y desvanecido mi gozo, y se me ha dicho además que con sólo aproximarse tales espíritus a una sociedad celestial, disminuye el gozo de la sociedad exactamente en la medida de la proximidad, y, lo que es asombroso, estos espíritus malos se hallan entonces en su gozo. Por esto me fue claro cómo es el espíritu de semejante hombre mientras que vive en el cuerpo, porque es el mismo después de ser separado del cuerpo; codicia o desea el goce o el bien de otros, y en la medida en que consigue hacerse con él siente gozo. Se ve por esto que el amor a sí mismo y el amor al mundo tienden a destruir el goce del cielo; son totalmente opuestos a los amores del cielo, que son comunicativos.

  
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