1003. Puesto que 'no comer la carne con su alma, su sangre' es no mezclar las cosas profanas con las cosas santas, se ve entonces de esto que las cosas santas no se mezclan con las cosas profanas por comer uno sangre con la carne, como también el Señor enseña claramente en Mateo:
"No es lo que entra en la boca lo que hace impuro al hombre, sino lo que sale de la boca, esto es lo que hace impuro al hombre; porque lo que sale de la boca, del corazón sale" (Mateo 15:11, 17-20).
En la Iglesia judía, sin embargo, esto estaba prohibido porque, como se ha dicho, al comer la sangre con la carne, se representaba una profanación en el cielo. Todas las cosas que se hacían en aquella Iglesia se convertían en el cielo en una correspondencia representativa, y la sangre se convertía en lo santo celestial, mientras que la carne, fuera de los sacrificios, se convertía en lo profano, porque significaba las codicias, como se ha demostrado, y comer ambas cosas representaba la mezcla de lo santo con lo profano, por lo que estaba tan severamente prohibido. Pero después de la venida del Señor, cuando los ritos externos fueron abolidos, y por lo tanto las cosas representativas cesaron, entonces estas cosas ya no se convirtieron en el cielo en correspondencia representativa, porque cuando el hombre se convirtió en interno y fue instruido acerca de lo interno, lo externo para él no es nada; entonces conoce lo que es santo, a saber, la caridad y la fe a partir de ahí. Es a partir de éstas que se consideran sus externos, a saber, cuánto de caridad y fe en el Señor hay en los externos. Por lo tanto, después del advenimiento del Señor, el hombre no es considerado en el cielo por lo externo, sino por lo interno. El que es por lo externo es porque tiene simplicidad, y en la simplicidad hay inocencia y caridad, las cuales, sin que el hombre lo sepa, están por el Señor en lo externo o en su culto externo.