Doctrina de la Caridad #2

Av Emanuel Swedenborg

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2. (i.) En tanto alguien no se dirige al Señor y huye de los males por ser pecados, permanece en ellos.

El hombre nace en males de género. Su voluntad, que es su proprium, no es otra cosa sino mal. Por consiguiente, si el hombre no es reformado y regenerado, no sólo permanece en la condición en la que nació, sino que queda aún peor, porque a los males recibidos por herencia, adiciona sus males actuales. Un hombre permanece de esta manera si no huye de los males por ser pecados. Huir de ellos por ser pecados es evitarlos por ser diabólicos e infernales, y por lo mismo mortales, de aquí que haya la condenación eterna en ellos. Si un hombre los considera de ese modo, entonces cree que hay un infierno y un Cielo; también cree que el Señor puede remover los pecados, si el hombre se esfuerza para removerlos como por sí mismo. Véase las cosas que se muestran en este asunto en LA DOCTRINA DE LA VIDA PARA LA NUEVA JERUSALÉN, n. 108-113; a las cuales agregaré lo siguiente: Todos los males nascen placenteros, porque el hombre nace en el amor de sí mismo, y ese amor hace placentero todo lo que es de su proprium, por consiguiente todo lo que piensa. A menos que estos placeres arraigados desde nuestro nacimiento se dominen, todos permanecemos en ellos hasta la muerte; y no se dominan hasta que los consideramos como venenos dulces que matan, o como flores de bonita apariencia que encierran en su interior veneno; es decir, hasta que los deleites del mal sean considerados mortales, hasta que al fin se hagan desagradables.

  
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