400. Pero hay que saber que el goce que sienten los que tienen amor a sí mismo y al mundo, cuando se acercan a una sociedad celestial, es el goce de su concupiscencia, y por consiguiente también enteramente opuesto al goce del cielo. En el goce de su concupiscencia entran mediante el alejar y quitar el goce celestial de los que se hallan en él. Otra cosa sucede cuando no tiene lugar el alejamiento y la privación; entonces no pueden acercarse, puesto que en la medida en que se acercan experimentan angustia y dolores; por esta razón rara vez se atreven a acercarse. Esto me ha sido permitido experimentar también varias veces; de cuyas experiencias referiré algo. Los espíritus que del mundo entran en la otra vida no tienen mayor deseo que el de entrar en el cielo. Casi todos los espíritus desean esto, creyendo que el cielo es sencillamente ser introducido y recibido; y al desearlo son conducidos a alguna sociedad del último cielo. Al llegar al primer borde de este cielo empiezan los que están en amor a sí mismo y al mundo a angustiarse y a sufrir tal tormento interior que sienten más bien el infierno que el cielo, por cuya razón huyen precipitadamente de allí y no se detienen hasta encontrarse en el infierno entre los suyos. Con frecuencia ha ocurrido que semejantes espíritus han deseado conocer lo que es el goce celestial y al oír que existe en el interior de los ángeles, han deseado que les fuere comunicado, lo cual también se ha verificado, porque a un espíritu que aún no está en el cielo ni en el infierno, le es concedido lo que desea si es beneficioso para él. Verificada la comunicación comenzaron a experimentar unos tormentos tan intensos que no sabían qué hacer; les he visto bajar la cabeza hasta los pies, echarse por tierra y allí retorcerse a manera de serpientes, a causa de los tormentos interiores. Tal es el efecto producido por el goce celestial en los que se hallan en el goce del amor a sí mismo y al mundo. La causa es que estos amores son totalmente opuestos a los amores celestiales, y al obrar una fuerza en otra fuerza opuesta resulta semejante dolor; porque, el goce celestial entra por vía interna, influyendo en el goce contrario, torciendo las cosas interiores de este goce hacia atrás, forzándole a hacer oposición a sí mismo; por ello resultan tales tormentos. La razón por la cual son opuestos es que el amor al Señor y el amor al prójimo quieren comunicar todo lo suyo a otros porque esto es su goce, y el amor a sí mismo y al mundo quieren despojar a otros de lo suyo y añadirlo a sí mismos, y en cuanto pueden conseguirlo se hallan en su goce. Esto da a conocer también la razón por la cual el infierno está separado del cielo; es que todos los que están en el infierno se hallaban, mientras que vivían en el mundo, en el exclusivo goce del cuerpo o de la carne, por el amor a sí mismo y al mundo; y que todos los que están en el cielo se hallaban, mientras que vivían en el mundo, en el goce del alma y del espíritu por el amor al Señor y al prójimo, y, puesto que estos amores son opuestos, se hallan los infiernos y los cielos completamente separados, hasta el punto de que un espíritu que está en el infierno no se atreve a sacar fuera siquiera un dedo, ni levantar encima la parte más superior de la cabeza; apenas lo haga, sufre convulsiones y torturas. Esto he visto muchas veces.