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A Dios nadie le vió jamás: el Unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él [nos le] declaró.
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A Dios nadie le vió jamás: el Unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él [nos le] declaró.
By Brian David (machine translated into Español)
El Señor, en su esencia, es infinito. Él es la fuente de toda energía, el manantial de la realidad misma. Su amor es de tal poder que seríamos destruidos por su calor directo, que es infinitamente mayor que el calor del sol finito. Su sabiduría, la efusión directa de su amor, es de tal poder que nos cegaría su brillo, que es infinitamente más brillante que la luz del sol finito. Su inmensidad -que está más allá de la inmensidad- es inaccesible a nuestras facultades imaginativas finitas. En su esencia, es incognoscible para nosotros.
Sin embargo, lo conocemos. ¿Cómo? Los Escritos dicen que Su amor y sabiduría se proyectan como una forma humana, y luego pasan a través de esa forma casi como un filtro para llegar a nosotros como una verdad divina. Esa verdad es como un recipiente que se amolda a nuestras mentes, lo suficiente como para que podamos aferrarnos a una idea del Señor y recibir su amor. Podemos tener ideas que están llenas del Señor, y sentir que lo conocemos, aunque realmente lo que conocemos es sólo la cantidad que podemos manejar.
Esa verdad divina es, en sí misma, "el hijo unigénito". Era el hijo como el alma dentro del hombre físico Jesús; era el hijo como el significado interno del Antiguo Testamento; era el hijo como lo expresó el Señor de otras maneras antes de Moisés, y sigue siendo el hijo ahora como el significado interno del Antiguo y del Nuevo Testamento juntos. Conoce al Padre -el amor que es la esencia del Señor- y, de hecho, nos declara al Padre, si sólo lo escuchamos.
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