614. Es pues claro que la remisión de los pecados no es un súbito aniquilamiento, o una extirpación repentina de ellos, sino que es su alejamiento y por consiguiente su separación sucesiva y lenta, a medida que el hombre recibe las verdades de la fe y vive en conformidad con ellas bajo el auspicio del Señor y por virtud de El. En la regeneración cada mal particular con sus innumerables concupiscencias es gradualmente alejado y sustituido por el bien, por el Señor; sin embargo, todo mal actual, del cual el hombre se ha apropiado por su vida, permanece con él, si bienes descartado e introducido en un estado latente, como si no existiese, por lo cual resulta, que el hombre es apartado del mal por el Señor y mantenido en el bien, y esto es lo que se verifica en el hombre en la regeneración. Una vez oí decir a uno que fue introducido en el primer cielo, que se hallaba libre de pecados, porque habían sido lavados—por la sangre de Cristo—añadió; pero era bueno y se hallaba: en ese error por ignorancia, y para que se convenciera de su error fue reintroducido en sus pecados particulares o actuales, y a medida que hacían su reaparición los reconoció uno por uno. Mediante esto se formó otro concepto de la manera en que se verifica la remisión de los pecados, el cual era, que el Señor aparta del mal a todo hombre, y también a todo ángel, y los mantiene en el bien. En el hombre regenerado los bienes introducidos por el Señor se hallan en el centro y en actividad, mientras que los males que han sido apartados se hallan hacia los bordes y como muertos; sin embargo, el hombre regenerado, y hasta el ángel, puede ser reintroducido en sus males por el Señor cuando a El place, y en este estado sus pecados vuelven con sus males a su percepción y los reconoce.