La Verdadera Religión Cristiana #330

За Емануель Сведенборг

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330. Dije que tanto como el hombre huye del mal, tanto quiere el bien; y así es, porque el bien y el mal son opuestos, puesto que los males son del infierno y los bienes son del cielo, por lo cual a medida que se aparta el infierno, es decir, el mal, el cielo se acerca, y el hombre se inclina al bien. Tanto como el hombre no adora a otros dioses, adora al Dios verdadero. Tanto como deja de tomar en vano el Nombre de Dios, tanto ama lo que es de Dios. Tanto como no quiere matar u obrar por odio o por sentimientos de venganza, tanto desea el bien a su prójimo. Tanto como no quiere cometer adulterio, tanto quiere vivir castamente con su esposa. Tanto como no quiere hurtar, tanto procede con sinceridad. Tanto como no quiere favorecer la falsedad, tanto quiere pensar y hablar la verdad. Tanto como no codicia la hacienda del prójimo, tanto desea que el prójimo disfrute de lo suyo. Es pues evidente, que los mandamientos del Decálogo contienen todo cuanto pertenece al amor a Dios y al prójimo, y por esto dice Pablo:

« El que ama al prójimo, cumplió la ley; porque: no adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y si hay algún otro mandamiento, en esta sentencia se comprende sumariamente: « Amarás a tu prójimo como a ti mismo » . La caridad no hace mal al prójimo; así es que el cumplimiento de la Ley es la caridad » (Romanos 13:8-10).

A esto debe añadirse dos cánones para el servicio de la Nueva Iglesia:

1. Nadie puede por su propia virtud huir de los males por ser pecados y hacer un bien que sea bien ante Dios; pero en cuanto alguien huye de los males por ser pecados, hace el bien, no por sí mismo, sino por el Señor.

2. El hombre debe huir de los males por ser pecados y luchar contra ellos como si lo hiciera por su propia fuerza; si alguien huye de los males por motivo alguno otro que por ser pecados, no los huye en realidad, mas sólo a fin de que no aparezcan ante el mundo.

El hombre debe limpiarse de sus males y no esperar a que el Señor lo haga directamente. El que cree que la fe justifica y salva por sí sola, sin la vida de la caridad, y que por ello deja de cooperar con el Señor al efecto de su salvación, puede ser comparado con un criado, que ha ensuciado su rostro y sus vestidos con hollín y con barro, y que va a su amo y le dice: « Lávame, Señor » . ¿No le contestaría el amo: « Necio criado, ¿qué dices?; ¿no tienes agua, jabón y servilleta?; ¿no tienes manos y poder para servirte de ellas?; ¡lávate tú misino! » Más el Señor dice: « Tienes medios de purificación de Mí; facultad de querer y de obrar tienes igualmente de Mí; sírvete de estos dones como si fueran tuyos, y serás purificado » . Que el hombre exterior debe ser purificado por medio del interior, enseña el Señor en el capítulo veintitrés de Mateo, del principio al fin.

  
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